La mágica fuente de tequila

Nos encontrabamos en los albores de nuestra juventud. Dedicabamos las noches de los sábados a reunirnos CNA e ILT y pasear nuestras almas entre la decrepitud de nuestros contemporaneos. Ya habían sido muchas noches de reunión, y de repente, en el corazón del etílico bosque nos encontramos con tan divina escultura. Se oían los rumores de que por aquellos lares habitaba el paladín de la ensoñación. No sabemos si fue quién nos mostró el camino. Pero al fin estabamos frente a uno de los mitos más privilegiados.

Llevados por la sinrazón y el frenesí, acudimos a beber de tan majestuoso manantial, expectantes ante la posibilidad de poder degustar tan delicioso brebaje. Así fue que bebimos. Y no una, ni dos, ni tres veces. De allí bebimos, cada noche de nuestras pobres vidas, ansiando obtener la fuerza necesaria para afrontar nuestras duras batallas. Nuestras energías florecían con cada sorbo de la embriagadora poción, hasta el punto de creernos inmortales.

Cada noche, acudíamos al lugar, y frente a nosotros se aparecía, exigiendonos fiel veneración, a cambio de sus frutos, que nunca pudimos ni podremos rechazar. Cada noche, acudíamos a los pies ... de nuestra adorada fuente de tequila.