Una noche tube un sueño. Fue un sueño especialmente vívido. Es uno de esos sueños que
hacen que el dormir y la experiencia onírica sean uno de los mayores placeres habidos
y por haber.
El hecho es que el sueño comenzaba con Tono, Joaquín, Alberto y yo en un avión
aterrizando en Tokyo (no recuerdo para nada a Mario en este sueño). El caso es que
empezamos a pasear por el centro de la populosa ciudad y todo estaba hecho a lo
grande: altos edificios, majestuosas plazas, espectaculares medios publicitarios...
Cuando pasabamos por la zona por la cual los jovenes salen por la noche, vimos la
estructura espectacular que compone el local más conocido de Tokyo. Era como una
pagoda inmensa y completamente blanca. Las pantallas gigantes de su exterior
anunciaban lo que sería una gran fiesta esa misma noche.
Cuando nos preparamos para salir, no dudamos ni un momento que habría que salir en
ese local, y así fue. El sitio en cuestión estaba decorado en ambiente isabelino,
con pilares dóricos y ese tipo de cosas. Estaba compuesto por tres pisos: el de la
entrada (con su guardaropa y su barra), el segundo (al que se accedía por unas
escaleras con amplios pasamanos de marfil) y el tercero (que contaba con una
maravillosa fuente, como si de un jardín se tratase). Recuerdo estar los cuatro en el
último piso, observando las pantallas de las paredes, con excelentes copas de vodka
con lima (cuando tube el sueño esto era la polla) cuando de repente giramos nuestras
cabezas y vemos como Joaquín, ni corto ni perezoso se estaba enrollando con una
señora de cincuenta años (collar de perlas incluído). En éste momento debería haberme
despertado sudoroso pero el sueño continuó. Cerraban el maravilloso local y lo
abandonamos empujando a la muchedumbre.
Como no estabamos dispuestos a permitir que la noche acabara, decidimos en este
momento hacer un botellón (los caminos del alcohol son muy siseantes) y nos fuimos a
una zona exageradamente sospechosa, pues guardaba cierto parecido con el sitio
cubierto de vinos para beber, en donde está la maravillosa fuente de tequila. El
hecho es que estando de botellón, vinieron unos conocidos de Joaquín (lo típico que
te suele pasar si estás de botellón en Tokyo) y le dijeron:
-Tio Joaquín, ¿pero qué haces aquí? ... tus padres van a llegar a casa en seguida y
no avisaste!!
En ese momento Joaquín emprendió la carrera a toda ostia más rápida que he soñado en
mi vida y una copa cayo de los cielos proveniente de las manos del irresponsable.
Más tarde supimos que fue al aeropuerto.
Los chicos que conocía Joaquín nos dijeron que conocían el mejor sitio del mundo
para pasar la noche, y tan bien nos hablaron de ese sitio, que habíamos decidido
hacer cuaquier cosa con tal de visitar el maravilloso lugar. Se trataba de EL CUBERO
(nunca entenderé porqué mi mente creó una historia así... y mucho menos como llegó a
inventarse este nombre tan bueno).
El Cubero prometía todo tipo de diversiones, pero había un requisito: para entrar
había que ir en gayumbos (creo que tengo una explicación de porqué mi mente ha
generado esto). Dicho y hecho, nos quitamos la ropa y nos dispusimos a ir a pasarlo
de puta madre en el prometedor local. Recuerdo fijarme en que Tono y Alberto iban en
gayumbos, con sudadera (por cosas de la vida, recuerdo que Alberto llevaba su
sudadera granate de Adidas)y con la cartera guardada en los huevos. No recuerdo
haberme fijado en como iba yo.
Emprendimos el camino hacia El Cubero (si mi sueño fuera real, El Cubero está en la
calle Real de Vinos, a la altura del Jarana... cuan parecido es el Lejano Oriente) y
por la calle comprobamos que el local debía ser realmente conocido, pues la inmensa
mayoría de la gente iba en gayumbos (o en ropa interior femenina) en un ambiente muy
agradable. Cuando llegamos vimos que El Cubero era también conocido por ser el único
local de todo Japón que tiene su cartel en caracteres latinos (en el caso de que
fueran cirílicos el sueño hubiera sido inmejorable).
Y entramos por fin!! El local tenia estructura circular, toda su periferia era una
gran barra circular con gogos bailando (por suspuesto estas mujeres no iban a
cambiar de vestuario con respecto a los asistentes) y lo más llamativo de todo era el
centro del pub con dos gigantes piscinas de barro perfectamente simétricas y de
entrada libre para todos los consumidores.
El sueño empezaba a convertirse en parte de mi vida cuando recordamos que habiamos
dejado nuestros gayumbos en el sitio del botellón... y esto si que me hizo
despertarme sudoroso. Ya no pude volver a dormir. Solo pensé en que ese sueño...
podría hacerse realidad. ALGÚN DÍA IREMOS AL CUBERO (C/ Real, Vigo - Casco Vello)
03 agosto 2007
El Cubero
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4 comentarios:
No tengo tiempo de editar el formato de la entrada, así que podreis leerla integra en cuanto pueda.
Jamas me perdonaré no haber ido al cubero.
q gracioso tu sueño, tio.
Aunque personalmente, prefiero no ir al Cubero, los desagradables cuerpos ajenos, cuanto más cubiertos mejor !!
Qué morbazo la vieja esa, tengo que llamarla algún día
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